JCM. – ¿Le quedan muchos retos por superar o realizar?
Casi todos, solo he hecho una milésima parte, pero tampoco me obsesiona no acabar la obra, soy un ferviente creyente en la psicología del intento. Además, los retos no valen de nada si no los convertimos en desafíos, poniéndoles parámetros de consecución. Tengo muchos retos, pero lo importante son los dos o tres desafíos del momento, que te hacen levantarte con pasión cada día. Tengo el reto de ser buena persona, la mejor persona posible que pueda ser, pero tengo el desafío de poner en marcha un centro de estudios del liderazgo en la Fundación, donde se pueda investigar y conocer que ser una buena persona es básico para ser un buen líder.
JCM. – ¿Qué se necesita para llegar a ser presidente de una compañía de más de 400 trabajadores?
Nada especial, solo perseverar en tu pasión, trabajando con ahínco en aquello que te apasiona. Por tanto, lo importante no es ser presidente de una compañía, sino de una empresa de consultoría centrada en el valor de la persona en la empresa. Ser empresario es un medio para que ocurra lo que debe ocurrir, pero no es un fin. Por eso, lo importante es el propósito empresarial. Auren, donde se integra BLC, intenta ser una muestra en España de cómo hacer consultoría a las empresas desde el valor de las personas en cualquier organización. Este propósito describe una pasión que se materializa en una empresa. No hay empresa sostenible sin propósito claro.
JCM. – He oído que le gustaría escribir y publicar más de 50 libros. ¿Tanto tiene que decir?
Este es un desafío vital que explica mi reto de demostrar el valor de la persona en las empresas. El objetivo no es escribir 50, sino proporcionar un largo recorrido para tener un horizonte vital. La obsesión por un número no es sana, y por eso este desafío lo contemplo como una base para futuros retos, y simplemente enmarca mi continua curiosidad. Mi planteamiento no es que tengo mucho que contar, sino que tengo mucho que aprender. Mi faceta literaria surge del enorme interés por ser feliz en cada momento, y por ello intento ayudar a otras personas a través de mis reflexiones. No se trata de escuchar para ser leído, sino para aprender. Cada libro que escribo representa una parte vivida de mi pasión. Al final, lo importante es ser feliz escribiendo y transmitir tus ideas con la humildad y honestidad de aquel anciano que colgado de su cachava te contaba en el pueblo sus experiencias, limitadas a su entorno rural A mí siempre me gustaba su pasión al narrar y su regalo para los demás.
JCM. – Me fascina de usted que uno de sus objetivos es crear empresas para crear puestos de trabajo. ¿De dónde nace ese espíritu? ¿Qué le mueve a llevar a cabo ese logro?
Soy hijo y nieto de empresarios, pequeños empresarios que aceptaban que la empresa era una forma honrada de ser ciudadano. En mi atropellada juventud de ideas sociales efervescentes defendía mi decisión de ser empresario. A los 19 años creé mi primera empresa, y tanto mi abuelo como mi padre eran felices y me transmitieron la cantidad de felicidad que podría generar una empresa. Mi afán no es crear por crear, sino crear sostenibilidad; suelo quedarme con un pequeño porcentaje de la mayoría de mis empresas y que otros socios tiren de ellas para que sean sus sueños. Me encanta apoyar sueños ajenos, porque, como decían los Indios Americanos, yo soy un atrapasueños y un ilusionador de sueños. No hay nada más hermoso que crear de la nada una nueva idea empresarial: para mí no se trata de ganar dinero, sino de crear riqueza social.